domingo, 6 de março de 2016

Incoherencias




Nadie puede ser 
totalmente coherente 
en la vida. 


Requeriría de una rigidez próxima al trastorno obsesivo,  igualmente que si una madre responde 100% a las necesidades de un bebé se convierte en una madre persecutoria.
Las madres y la coherencia deben ser suficientemente buenas, no perfectas...
Pero crecer, desarrollarse, evolucionar, tener una vida satisfactoria y con sentido requieren coherencia. Cuando los enfermos desahuciados y los viejos miran su vida, no se lamentan normalmente de lo hecho, sino de lo no hecho en relación a sus necesidades verdaderas y sus verdaderos deseos.

Decir esto es fácil, pero no siempre es fácil de hacer. Mucha gente se divorcia de los sentimientos y de las necesidades profundas. Para ser coherente entonces, debe hacerse un trabajo de matrimonio interior, de integración de nuestras partes escindidas. Estos divorcios se traducen a veces en valores defendidos intelectualmente, pero que no se llevan a la práctica en lo cotidiano. Grandes palabras como amor, derechos humanos, solidaridad, asamblearismo, no se traducen en procedimientos y relaciones con los demás acordes a lo dicho y defendido. Pero lo que hace a una persona confiable, precisamente, es que haga lo que predica. Obras son amores y no grandes razones...

De superar las incoherencias depende una sensación íntima y profunda de integración, que nos hace sentir que la vida vale la pena vivirla a pesar de pérdidas y adversidades. Sin embargo, hay una incoherencia que pienso que es muy difícil superar, y es la de los procedimientos relacionales: como nos relacionamos con las personas; a veces no se produce según nuestros valores y necesidades. Nos relacionamos con las personas según una memoria pre-verbal, simbólica. Nuestros valores nos hacen defender lo que no sabemos hacer. 
Los procedimientos son un currículo oculto del que es difícil deshacerse. Cuando se hicieron estudios con maestros y maestras, a las niñas se les reforzaba más por su buen hacer, por el cuidado puesto en sus deberes y trabajos; a los niños por su resultado. Cyrulnik describe como las madres se comportan de forma diferente si el bebé es niño o niña; algo tan sutil como dar más o menos besos en las barriguitas de sus criaturas, más si son niñas, menos si son niños.
Algunos de estos currículos ocultos formarán parte de nuestra biología y quizá debamos hacernos conscientes de ellos y asumirlos; otros deberán cambiarse si queremos vivir de forma coherente: podemos defender la igualdad entre géneros, pero seguir utilizando formas de lucha y dominación y desdeñar la empatía y el consenso y la negociación, como formas inferiores de consecución de objetivos (no hay que ser nenaza...), como ocurre tantas veces.

Ser conscientes de nuestros actos, tener de espejos a los demás son cosas estrictamente necesarias para ser coherentes con nuestros deseos y necesidades profundas. En las relaciones veremos si tenemos los procedimientos adecuados, nos podremos hacer conscientes de lo que no sabemos hacer y tenemos que aprender para poder ser coherentes.

La coherencia será entonces la evaluación de si nuestra vida tiene significado...


Ana Cortiñas Payeras


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