domingo, 27 de maio de 2012

Meditacion y no dualidad




¿Qué es la meditación? La meditación es estar en armonía, interior y exteriormente. La meditación es estar en armonía. Meditación es ser la armonía.
El ser humano se ha perdido a sí mismo porque ha perdido su armonía. Está en conflicto; tiran de él en distintas direcciones a la vez. No es uno, sino muchos. Ser muchos es estar en un estado no meditativo; no ser muchos, sino simplemente uno, es estar en meditación. Y cuando realmente sólo hay uno, cuando ni siquiera ese uno está ahí...

En Oriente lo hemos llamado el estado de no dualidad, y no el estado de unidad. Hemos tenido que inventar esta expresión –no dualidad- para describir, para indicar que no es dual, eso es todo.
Ya no hay dos, también han desaparecido los muchos. Y con ellos también el uno. El “uno” sólo puede existir entre los “muchos”.




El ser humano, por lo general, es una multitud, un gentío. El ser humano no es uno porque carece de integración. Es todo fragmentos, no está junto, no es de una pieza.
Meditar es ser de una pieza, y cuando eres de una pieza estás en paz.


Primero hay que alcanzar la armonía interior y luego también podrá lograrse externamente. Primero un ser humano debe convertirse en una armonía, y desde ahí debe empezar a palpitar con la mayor de las armonías de la existencia.

Así pues, en la meditación hay dos pasos. El primero es no estar en conflicto interno con uno mismo, no permitir que el combate interior continúe: la mente luchando contra el cuerpo, la razón contra el sentimiento, la sensación contra la sexualidad. En el interior tiene lugar un combate continuo, ¿te has dado cuenta? Hay una guerra continua; sin ningún respiro. ¡Así claro que es imposible ser feliz! A menos que esos elementos cambiantes de tu interior te abracen, dejen de luchar, se enamoren uno de otro o se disuelvan entre sí, no hay felicidad posible. La felicidad sólo es una esperanza.
La felicidad es una sombra de la armonía, sigue a la armonía. No hay otra manera de ser feliz. A menos que seas la armonía, ya puedes luchar lo que quieras, que sólo lograrás sentirte cada vez más frustrado y miserable. Al igual que una sombra, la felicidad te sigue cuando eres una totalidad armoniosa.
El primer paso tiene lugar en tu interior; y una vez que te hayas convertido en una única palpitación, sin divisiones, en una oleada de energía sin resistencias, sin inferior ni superior, sin elección, sin evaluación, sin juicio, cuando seas simplemente uno, entonces tiene lugar el segundo paso. Cuando eres uno puedes ver el uno; sólo puede verse entonces. Los ojos están despejados, se tiene claridad. Cuando eres uno inmediatamente ves el uno a tu alrededor. Ahora conoces el lenguaje del uno. El lenguaje múltiple ha desaparecido, ese ruido ya no está, el manicomio se ha ido, la pesadilla ha acabado. Estás en silencio. Y en ese silencio puedes disolverte inmediatamente en la existencia; ahora puedes sintonizarte con la palpitación del propio universo. Ése es el segundo paso de la meditación.


El primero es difícil, el segundo no lo es. El primero requiere esfuerzo, mucho esfuerzo; el segundo es muy simple, casi aparece de manera automática. El primero es como un ciego al que se opera para que pueda ver. El segundo es cuando ha finalizado la operación: los ojos están ahí, y el ciego los abre y puede ver la luz y el mundo de luz y los millones de alegrías de color, luz, belleza y forma que le rodean.

El primer paso requiere esfuerzo, el segundo llega inintencionado. El primero se parece al yoga, mientras que el segundo es más como el zen... o, para utilizar un paralelismo moderno, el primero se parece a Gurdjieff y el segundo es más como Krishnamurti. Por eso digo que el zen es el pináculo. El zen es la última palabra. El yoga es el principio del viaje, y el zen su fin.

Cuando eres uno, y de repente ves la unicidad fuera, se disuelven todas las barreras. Entonces deja de haber “yo” y “tú”; entonces sólo hay Dios, o verdad, o samadhi, o la palabra que sea... nirvana. La gente zen llama a este estado sonomama o konomama, el estado de pura talidad, tathata. Uno simplemente es. Uno no hace nada, no piensa nada, no siente nada, simplemente es. Esta talidad es la experiencia fundamental de beatitud. Más allá no hay
nada. Y ése es el objetivo, llegar a esa talidad es la búsqueda, la eterna búsqueda, de todo ser.

Antes de que podamos comprender cómo alcanza esa armonía interna, debemos fijarnos muy bien en cómo nos hemos llegado a convertir en una multitud. ¿Cómo nos ha caído esa calamidad encima? ¿Quién la ha creado? ¿Cómo ha sido creada? A menos que sepamos cómo se ha creado no habrá manera de deshacerla.


J.Krihsnamurti

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