sábado, 14 de março de 2015
Yadira Calvo
Yo creo que el patriarcado es acomodaticio y de algún modo busca los nichos para seguir sobreviviendo, por eso la lucha es permanente, no podemos dar nada por hecho. Cualquier progreso social, con cualquier grupo oprimido de cualquier naturaleza, tiene una vuelta atrás.
¿Quién se mete con lo que escribió Nietzsche?
¿Con lo que escribió Kant?
¿Con lo que escribió Rousseau?
Muy poca gente, porque hay que ir y hacer estudios de carácter humanista y cuando uno encuentra que las mujeres los han rebatido en serio, siguen teniendo un impacto enorme.
Cuando yo fui a la Escuela Normal y estudiábamos a Juan Jacobo Rousseau como el gran educador, yo nunca me di cuenta -en ese momento- porque las lecturas eran de segunda mano, pero cuando me metí a leer el Emilio, digo yo ¿Pero qué es esto?
¿Cómo se acepta como un gran educador a un hombre que tiene una visión de las mujeres de purísima servidumbre?
Lo mismo Kant, Hegel, Nietzsche, Schopenhauer…
Y eso es Filosofía que se le considera el discurso maestro y sigue ahí.
¿Quién cuestiona a Santo Tomás, a San Agustín, a Alberto Magno?
A quiénes le dieron vigencia al Discurso Aristotélico, que es un discurso misógino, y esto pasa a la Iglesia y ahí está incrustado en la Iglesia Católica: ‘‘el hombre cabeza de la mujer’’. Y esto sigue vigente porque es muy difícil cuestionar autoridades de tantísimo respeto en la estructura.
Esto se ve reflejado en la Filosofía...
En la Filosofía, en la Teología, en la constitución de la familia, en lo jurídico, en el lenguaje… en todas las manifestaciones de la cultura. Por eso cuando se quiere luchar contra una visión tan extensiva hay que meterse desde varios frentes.
He oído decir por ahí que la humanidad ha cambiado más en 20 años que en 20 siglos, y puede ser cierto, pero el sustento ideológico de toda desigualdad sigue siendo el mismo.
Antes había que pedir permiso para ir a trabajar, ahora no, pero ganamos menos, accedemos menos a puestos de jerarquía, tenemos más complicado el trabajo asalariado porque la mayor carga de trabajo doméstico sigue recayendo en las mujeres, la educación de los hijos sigue recayendo en las mujeres, o sea, el discurso que sostiene el patriarcado es el mismo de Aristóteles hasta hoy.
Un simple vistazo al diccionario de la Real Academia, ya nos da una idea.
Se define masculino como excelencia, valor y coraje y femenino como debilidad y hasta vicio. Luego, lo más grave, porque el léxico puede cambiar aunque los académicos se nieguen a que cambie, pero el léxico puede cambiar y la lengua va cambiando con el tiempo aunque la academia se resiste a aceptar esos cambios.
Lo más difícil de cambiar es la sintaxis, porque la sintaxis es el esqueleto del idioma y la norma manda que el masculino sea un término no marcado, es decir, que engloba a hombres y mujeres.
Esa preponderancia del masculino reviste bastante gravedad respecto a las mujeres, porque estamos siempre ocultas detrás del masculino.
¿Y hasta qué punto el lenguaje inclusivo, esto de usar arrobas y equis ayuda?
Es que eso no es lenguaje inclusivo, ahí hay un error grave. El lenguaje inclusivo no es usar, ellos y ellas, muchachas y muchachos, y poner arrobas. Eso es una búsqueda, que es muy válida como toda búsqueda de equidad, para atenuar el sexismo que tiene el idioma, pero es la forma equivocada. Hay que conocer un poco más el idioma para hacerlo de forma adecuada, no para eliminarlo porque eso está en la gramática, pero hay vocablos comunes: oficinista, poeta, periodista… son palabras que sólo podemos determinar si es hombre o mujer por el artículo que le pongamos. También podemos usar abstractos cuando se presta, en vez de niños decir niñez, no siempre se presta. Usted como periodista lo sabe muy bien, porque su trabajo es el lenguaje, y sabe cómo se usa. Es como vestir, uno no va vestido de la misma forma a cualquier lado.
Se pueden usar abstractos, comunes, nombres colectivos, en vez de decir los pobladores de Guadalupe, sino la comunidad de Guadalupe, y no porque comunidad sea femenino, es colectivo. Tiene marca de femenino pero implica hombres y mujeres clarísimamente. O podemos usar palabras epicenas, como víctima, o personaje, que aplican a hombres y a mujeres. Ese tipo de vocablos.
De todas maneras, escribir cuesta y requiere un esfuerzo mental, eso va a requerir más esfuerzo mental, como la gente no quiere hacer esfuerzo mental y tal vez le faltan las herramientas necesarias para ponerlo en práctica, pues recurren a ‘’los las’’ y al arroba, pero eso no es lenguaje inclusivo.
Luego, los hablantes del inglés, y de francés también, las mujeres casadas pierden su apellido, creo que todavía en algunos estados, no sé si en todos, pierden el apellido y hasta el nombre.
He leído autoras que dicen que la implicación que eso tenía, cuando ahora el divorcio es tan fácil, pues cada vez que sucedía [el divorcio] la mujer perdía la identidad y tenía que hacerse un nuevo carné porque en cierto modo no era la misma persona.
Eso de perder el apellido o el nombre es grave, porque es lo mismo que en las cárceles, se aplica, o se aplicaba como castigo, a usted lo convierten en un número, parte del castigo era maltratar y hacerle perder la identidad, pues lo mismo se hacía con las mujeres.
Yadira Calvo
Escritora de Costa Rica
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