Anastasia Pottinger
Ayer quise subir a la montaña, y el cuerpo dijo no.
Hoy quise ver el mar, bajar hasta la rada brilladora, y el cuerpo
dijo no.
Estoy desconcertada ante esta resistencia obscura, esta inercia
que contrapesa mi voluntad desde no se dónde y me sujeta, me
suelda invisibles grillos a los pies.
Hasta ahora anduve todos mis caminos sin darme cuenta de
que eran justamente esos pies los que me llevaban, y me llené
de todos los paisajes sin fijarme si entraban por mis ojos, o los
llevaba ya conmigo ante de que se dibujaran en el horizonte, y
alimenté luceros, sueños, almas, sin reparar en que las propias
venas se me vaciaban de la sangre prodigada.
Ahora pregúntome qué estrella vendrá a exprimirse gota a gota
dentro del corazón exhausto, qué fuente habrá para abrevarlo
como animal cansado...
Pregúntome qué haré sobre la tierra con este cuerpo inútil y
reacio. Y ligo decir al cuerpo todavía.
—¿Qué haré con esta chispa que se creía sol, con este soplo que
se creía viento...?
Dulce María Loynaz
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